La soledad que no tuvo lectura
domingo, 15 de noviembre de 2009
Por: Carolina Pardo Delgado. A propósito de la película El Lector (The Reader), que exhibe la Cinemateca del Caribe esta quincena.
¿Cómo se hacen los éxitos en el cine? Es cuestión de reunir un par de excelentes actores, un guión que sea un knock out y un director que sepa encauzar estos elementos y los “guíe” al éxito… ¿No me cree todavía? Pues está en lo cierto. No me crea ni poquito. Si esto fuera así de sencillo, no existirían los filmes de baja, de promedio calidad o de ínfima, incluso. Creo que como en todo arte la explicación es muy simple: MAGIA. Porque si fuera tan sencillo como reunir ingredientes y mezclarlos, yo sería la mejor chef del mundo sin hacer ningún esfuerzo.
Existe algo en Kate Winslet que siempre mueve, es como ver la mejor amiga o la hermana en la pantalla grande. Existe algo temiblemente constante y sempiterno en su forma de actuar que nos acerca simplemente a ella, sin notarlo. No coexiste esa cortina de hierro entre “súper estrella” y espectador a la que siempre tememos. Creo que fue lo mismo que me hizo ver Titanic más de 13 veces, o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos más de diez.
Presumo además, que es la única actriz capaz de que sintamos una profunda compasión por una mujer que trabajó como guardia de la SS, según la wikipedia: “Las Waffen-SS eran el cuerpo de combate de élite de las Schutzstaffel (más conocidas como las SS, o escuadras de protección). Si le agregamos además a esta historia a Ralph Fiennes, quien con su sola presencia nos puede remitir al más temido capitán de las SS (en la Lista de Shindler, dato curioso), o, como más nos simpatiza, como la encarnación del perfecto amante: con una extrema sensiblería, absurdamente incondicional, visiblemente perturbado y taciturno. Así como lo percibí por vez primera en el Paciente Inglés (1996).
Hanna, (Kate Winslet), se convierte así, en una excusa para ver el lado humano de la historia nazi. Y lo más bizarro es que llego a simpatizar profundamente con su personaje, a pesar de lo que defiende. A pesar de que haya sido culpable de los asesinatos ocurridos en los campos de concentración de Auschwitz. Pienso que ésta aseveración mía me convierte en parte “metafísicamente” culpable como enunciaría el existencialista Karl Jaspers, ya que todos somos solidariamente responsables por cada injusticia en el mundo. Puede encontrar esta definición en el ensayo “El Caso de la culpabilidad alemana”, libro que es mencionado por el profesor de leyes del joven Berg en el film.
Muchos filmes y representaciones teatrales se han hecho con la mirada hacia aquel momento de la historia. El Holocausto. Porque al fin y al cabo para terminar entendiendo un hecho tan absurdo es importante revisarlo desde varios puntos de vista: La Lista de Shindler, La vida es Bella, Bastardos sin Gloria, La Caída, El Pianista, y la lista es interminable. Cada uno de ellos con una visión determinante y puntual, aunque ninguno termina por explicar la temible conducta de la supuesta “raza superior”. Muchos críticos afirman que esta no es una historia de la guerra, que simplemente es una historia de amor con un trasfondo nazista. Pero es que no es lo mismo enamorarse de una mujer x en el mundo a enamorarse de una mujer que perteneció a la guardia nazista.
A pesar de mis fuertes convicciones morales acerca del bien y del mal, si Hanna existiera o hubiese existido, rezaría por ella. Porque finalmente termina siendo una temible victima de sus decisiones. Porque huir constantemente del amor nos suele jugar una mala pasada y tenemos que convivir con un temible holocausto en el alma. Y para ello no habrá libros que acallen esa voz acuciosa interna de dolor. Si tenemos algo de suerte encontraremos un lector para que nos ayude a divagar en otros lugares mientras se cumple una larga condena en nombre del amor que dejamos atrás. Alguien como usted o como yo. Un lector a fin de cuentas.
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